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PROYECTOS ARGENTINOS EN MONGOLIA

  • NEGRA Y BLANCA. Las dos torres tienen los voladizos de vidrio pero están materializadas en diferentes colores: una en ladrillo negro, y la otra en blanco.

  • TORRE BLANCA. Es de oficinas y se encuentra en obra.

  • TORRE BLANCA. La planta baja tiene bar literario y galería de arte, además del acceso.

Los estudios Del Puerto-Sardin y Grinberg-Konterlinik construyen en Ulan Bator dos edificios que buscan sumar arquitectura y verde en medio de la estepa.

Cuando el avión desciende en el aeropuerto de Ulan Bator, capital de Mongolia, llama poderosamente la atención la impresionante cantidad de “yurtas” instaladas en las colinas que rodean a la ciudad y se visualizan desde la altura como círculos blancos , cuenta el arquitecto Horacio Sardin, socio de Del Puerto-Sardin. La “yurta” o “ger” es una tienda cilíndrica y chata utilizada por las tribus nómadas del desierto de Gobi, al sur del país, hecha con listones de madera flexible entrelazados y revestida por lonas, que hasta el día de hoy sus habitantes suelen trasladar de un lugar a otro gracias a su facilidad de armado y desarmado .

Los estudios Del Puerto-Sardin y Grinberg-Konterlinik fueron seleccionados por un desarrollador local para proyectar dos torres en el centro de la ciudad, que ya están en obra y se concluirán este año, después de ganar un concurso privado por antecedentes . Sardin cuenta que accedieron a esa posibilidad en forma casi casual, gracias a que el hijo del desarrollador tuvo como profesor de Economía en Londres a un amigo del estudio: un alumno mongol y un profesor porteño.

De este pequeño milagro de la globalización surgió el contacto y la oportunidad de enviar a Ulan Bator un portfolio de todo el equipo proyectista.

“Les gustó tener un equipo latinoamericano entre sus opciones, pero también la forma en que incluimos el verde y la naturaleza en nuestras obras”, cuenta. El hotel Casa Calma de Sardín-Del Puerto, en pleno microcentro de Buenos Aires, es un buen ejemplo de esto último.

Sin duda, resulta coherente con esta búsqueda el que los proyectistas hayan tomado nota del óptimo comportamiento térmico de las yurtas frente a bajísimas temperaturas que suelen registrarse en la noche mongol, incluso en Ulan Bator. Otra decisión, cuenta Sardin, fue diferenciarse tanto de cierta arquitectura “global” que empezó a asomarse en la capital bajo la forma de torres vidriadas como de la clásica arquitectura de origen soviético, con sus edificios públicos eclécticos y grandes moles residenciales.

Para eso, concibieron dos torres a las que califican de “vernáculas” : una destinada a oficinas y banco, y otra para hotel y residencias, ambas ubicadas en las inmediaciones de la neurálgica plaza Sukhbaatar, frente al Parlamento. Se trata de dos volúmenes macizos y potentes resueltos en ladrillo de tierra cocida , un material típico de la zona, agujereados por cajas acristaladas – jardines de invierno– que emergen en voladizo y rompen el corset del prisma, otorgando a ambas torres su carácter particular: más domésticas en el hotel, de mayor monumentalidad en las oficinas. Los muros anchos de ladrillo, de color claro (casi blanco) en el caso de las oficinas y oscuro (casi negro) en el hotel, cuentan con una capa de aislación en su interior, envuelven y protegen a los edificios de las bajas temperaturas. Los invernaderos, en tanto, tienen doble piel de vidrio : una exterior que deja pasar el calor y otra interior que lo conserva. De esta forma, según explica Sardin, “se recupera la cualidad aislante ‘pasiva’ de las yurtas, que mantienen una temperatura cálida en su interior con gran economía de recursos y sin recurrir a soluciones de alta tecnología”.

Las dos torres contienen, además, jardines en altura que humectan el ambiente seco de la estepa desértica en medio de la cual se erige la ciudad. “Se trata de una arquitectura de transiciones , donde el límite entre el exterior y el interior tiene espesor, y es allí donde se alojan los espacios más interesantes que aportan singularidad al conjunto”, resume el arquitecto.

Sardin señala que Ulan Bator, además de una de las capitales más frías del mundo, es una ciudad en la que “no se reconocen espacios públicos” (salvo la plaza del Parlamento), y donde, salvo en un sector céntrico muy limitado, “no existen la calle corredor, ni la conformación de manzanas tradicionales, hacedora de tejido como lo conocemos en nuestras ciudades”. Lo habitual, agrega, son los edificios exentos “que no llegan a generar ninguna imagen de conjunto , apoyados en forma aleatoria sobre el suelo urbano”.

En este contexto, los edificios tampoco generan situaciones de apropiación en el nivel peatonal, y por eso sus dos torres blanca y negra proponen plantas bajas con jardines públicos, abiertos a las calles, mientras que en sus plantas bajas se alojan programas abiertos al público: en el blanco (oficinas), un banco y un bar literario articulados a partir de una calle interior de doble acceso que se convierte en una galería de arte; en la torre negra (hotel y residencias), el lobby se complementa con un café elevado respecto del hall y un salón de eventos.

Además, en una región donde no existen espacios verdes públicos, se ofrecen los jardines de invierno como “ mochilas que emergen de las torres y reinventan el paisaje urbano hostil”. En el último nivel del edificio de oficinas se definieron un auditorio y un restorán con acceso a la terraza-jardín; allí una rampa helicoidal se convierte en un mirador a la ciudad y a las colinas que la enmarcan. En el hotel, las cajas acristaladas del remate del edificio alojan el restorán y la piscina.

Los proyectistas concibieron las dos torres para que, al caer el sol, se conviertan en faros urbanos, gracias a las “múltiples linternas constituidas por las frágiles y livianas cajas de cristal que emergen y contrastan con la potente masa ladrillera”, según indica Sardin. Y aclara que, si bien los edificios son diferentes, dialogan entre sí y “buscan conformar un conjunto de gran identidad”.

Ver imágenes en http://www.clarin.com/arq/arquitectura/Proyectos-argentinos-Mongolia_0_696530591.html

Por Ariel Hendler

Fuente : Clarin